Un mirador poco conocido
Una de esas tardes de verano, en las que no apetece nada quedarse en casa, sufriendo el calor de agosto, decidimos dar un paseo por el norte de la isla, donde la canícula no aprieta tanto como en la capital.
Con el coche subimos hasta los altos de La Matanza y lo aparcamos en el cruce que conduce al mirador.
La estructura en sí no merece mucha atención, ya que es un ejemplo de la dejadez de los políticos de turno que pensaban en un área recreativa completa pero que se quedó en una mera plataforma de observación.
Eso sí, las vistas quitan la respiración. A nuestra izquierda, y queriendo gobernar y vigilar todo su territorio, está nuestro imponente Teide, y a sus pies, con una vista que abarca todo nuestro campo de visión se extiende el norte de la isla de Tenerife. A esa hora, el atardecer se estaba acercando, tiñendo con su dorada luz todo el paisaje, por lo que nos sentamos y durante unos minutos respiramos el aire fresco y puro que nos envolvía.
La paz y el silencio es total y parece que nos inyecta en las venas ese deseo de seguir adelante "un poco más"... Pero ya es tarde y no queremos que la noche nos sorprenda, así que nos vamos, pero estando convencidos de que volveremos a explorar esa ruta de siglos que seguro nos tiene preparada más de una sorpresa.
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