Filigrana en piedra
En el corazón de Belém, el alma monumental de Lisboa, se alza desde 1502 un palacio de fe, una fortaleza de piedra blanca y coloridas vidrieras.
El sitio para levantarlo no fue escogido al azar, ya que la zona, cerca del antiguo puerto de Restelo, estab protegido por una diminuta capilla de la Virgen de Belém, donde cuenta la tradición que rezó Vasco de Gama la noche del 7 de julio de 1497 antes de emprender su histórico viaje.
Así que el terreno ya era sagrado, sólo faltaba darle la importancia que merecía.
Por supuesto que el estilo no podía ser otro que el manuelino, rico en referencias al mar y a loas conquistas, a los nuevos descubrimientos y a los tesoros de allende los mares. Y es que los nuevos habitantes del cenobio serían los que proporcionarían consuelo espiritual a los marineros que emprendieran las largas travesías ordenadas por Manuel I y que en parte fueron financiadas por los Caballeros de la orden de Cristo, que tenían su sede pared con pared.
Y de los monjes fue hasta 1833, año en que se abolieron las órdenes religiosas en Portugal, para pasar a ser Pía Casa de Lisboa, un instituto para la asistencia de la infancia abandonada.
Monumento nacional, en 1983 fue declarado con todos los honores Patrimonio de la Humanidad.
Dentro, callamos para oir hablar a las piedras, que nos cuentan sobre las gestas afortunadas y desgraciadas de los marineros portugueses, de temor a Dios y gloria a Él, de historias de historias que reflejan los sepulcros de los grandes Vasco de Gama, Camões, Pessoa o el propio rey Manuel I y su esposa Dona María....y la enigmática tumba vacía del rey Dom Sebastião, que nunca regresó de su cruzada en África.
Cielo de columnas y techos, que pretende recordar quizá el Amazonas descubierto a sangre y lágrimas por los valientes portugueses, vidrieras de colores imposibles que dejan pasar la cantidad de luz justa para permitir que no se rompa la magia del templo.
Atrás, en lo alto, un Crucificado imponente que reina sobre todo el espacio y el tiempo.
Salimos en silencio, no ya sólo por respetar suelo sagrado, sino también imaginando la grandeza del Imperio Portugués del que el terremoto de 1755 apenas dejó unos preciosos restos...