Caminar sobre un volcán activo
Cuando se ven desde lejos las fumarolas del volcán dan ganas de dar la vuelta, por si se está preparando una erupción. Sin embargo, parece que las fumarolas, precisamente, son un signo de que todo va bien: como si de una olla a presión se tratase, los gases subterráneos emanan poco a poco en lugar de provocar una explosión.
Durante el largo ascenso vamos viendo constantemente el volcán, hasta que llegamos a un punto en el que tenemos que cambiar el autopullman o el coche por el teleférico, el mismo que, durante el invierno, traslada a los esquiadores a las pistas.
La visita guiada continúa en pequeños autobuses todo terreno, que nos acercan a una zona en la que podemos asomarnos a varios cráteres, pero no al principal. Está totalmente prohibido subir a pie y circular por las zonas no autorizadas.