Museo de Arte Abstracto Español

La palabra es… sorprendente.

Este museo, perteneciente a la Fundación Juan March, sorprende. Sorprende el exterior del edificio por su entrada principal en la plaza de Ronda; es una de las famosas casas colgadas que da al río Huécar perfectamente conservada. Sorprende la arquitectura interior, llena de recovecos y escaleras que suben y bajan en un ambiente fresco, funcional. Sorprenden las vistas por las ventanas que dan al exterior mostrando la belleza tanto del paisaje urbano como de los montes que nos rodean. En fin, sorprende la obra expuesta, porque, aunque pueda gustar o no, como digo, es sorprendente. Están colgadas obras de los más importantes pintores y escultores abstractos españoles: Fernando Zóbel, Eduardo Chillida, Luis Feito, Luis Gordillo, Manuel Millares, Antonio Tapies, Antonio Saura, etc.Es primera hora de la tarde y, aunque estamos a finales de setiembre, el sol aprieta.

Jamás he sido un apasionado del arte abstracto, de hecho, me ha parecido siempre un sinsentido al que sacar significado parecía muy complicado.

No voy a decir que este museo me haya parecido una delicia o que haya cambiado mi percepción sobre el arte abstracto porque no me gusta mentir.

Si diré que a mí de la mayoría de los museos, lo que más me suele llamar la atención es la arquitectura del edificio, y en este caso concreto creo que la distribución espacial del Museo es maravillosa.

Del museo de arte abstracto todos hemos visto su exterior, la cáscara, la imagen de la casa colgada que todos tenemos en la cabeza cuando pensamos en Cuenca. Por fuera es espectacular, de acuerdo, por dentro resulta imprescindible.

El Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca exhibe una exposición permanente de 127 pinturas y esculturas de artistas españoles de la generación abstracta de los años 50 y 60 (Millares, Tàpies, Sempere, Torner, Rueda, Zóbel, Saura, entre una treintena de nombres), además de otros autores de los 80 y 90.
En 1980 el creador del Museo, Fernando Zóbel, donó la colección que albergaba a la Fundación Juan March, desde entonces responsable del mismo, que la incorporó a su propia colección.