El sueño del Hombre
Desde siempre el hombre ha deseado volar casi tanto como respirar. La sensación de libertad, de que el tiempo y el espacio son algo relativo, tener alas como las aves del cielo y subir hasta el sol o llegar al infinito corroía a la humanidad desde que se irguió de sus cuatro patas y pudo mirar hacia arriba.
Esa necesidad de vuelo es la que el Museo del Aire y del Espacio pretende recrear, y lo hace a la perfección, en sus enormes salas.
En 1946, el Presidente Harry Truman firmó un proyecto de ley para la fundación de este museo del complejo Smithsonian con varios objetivos: conmemorar el desarrollo de la aviación, recoger, preservar y mostrar todo tipo de artefactos aeronáuticos y proporcionar material educativo para el estudio de la aviación y por consiguiente de la que sería la próxima carrera espacial mundial.
En ese momento empezó el ansia coleccionista del gobierno y de los cientos de filántropos que donaron los más variados objetos entre sus pertenencias para ayudar a crear el fabuloso museo que con el tiempo sería el más completo del mundo.
Y claro, tuvieron que edificar un espacio que tuviera cabida para todo lo que iba llegando. Aviones enteros o en secciones, misiles, globos, helicópteros, naves espaciales y módulos de aterrizaje, satélites... Todo tenía cabida en la colección del Smithsonian. Así que se pusieron en marcha, y como los americanos les gusta mucho eso de inaugurar edificios importantes cuando celebran su aniversario de Independencia, se cumplió el objetivo de apertura durante el año del Bicentenario del nacimiento de los Estados Unidos como nación, inaugurándose con gran fanfarria el 1 de julio de 1976. El éxito del museo superó las expectativas: el visitante cinco millones cruzó el umbral sólo seis meses después del día de la inauguración. Hoy, el National Air and Space Museum es uno de los museos más visitados del mundo.
Y no es de extrañar, ya que objetos de culto para los aerófilos como el avión de los hermanos Wright, el mítico Spirit of Saint Luis, uno de los prototipos de Juan de la Cierva o el módulo del Apollo XI se encuentran casi al alcance de la mano, como si una parte de la historia volviera a nosotros para que pudiéramos revivirla.
Un lugar fabuloso para que tanto grandes como pequeños se sientan por unas horas orgullosos de los logros de la Humanidad.


