Acabamos de aterrizar en Lhasa, capital...
Acabamos de aterrizar en Lhasa, capital de Tíbet, y, desoyendo los consejos de la joven que nos ha ido a recoger al aeropuerto salimos prestos de la habitación de nuestro hotel dispuestos a contemplar de inmediato una de las grandes maravillas del mundo, la residencia de los míticos Dalai Lama, el edificio antiguo más elevado de todo el Tíbet y el palacio a mayor altitud de todo el planeta.
Nos encontramos a 3.700 metros de altura y el intenso azul del cielo tibetano nos acompaña en un fatigoso paseo que nos conduce frente a la imponente fachada del Palacio Potala.
Nos sentimos abrumados ante tanta belleza, tanto es así que durante unos instantes apenas fluyen las palabras y se impone un silencio que nos permite asimilar calladamente la grandeza de la edificación que se alza ante nosotros. El Potala transmite una fuerza divina y sobrenatural de la que resulta difícil abstraerse, como si de un gigantesco imán se tratase los esfuerzos por apartar la vista del mismo resultan infructuosos.