Un paraíso natural y palaciego
Potsdam es una visita obligada cuando vamos a Berlín, está a sólo 30 minutos en tren, y el conjunto de parques y palacios nombrado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco impresiona por su tamaño, sus palacios inmensos y de un lujo que sólo un emperador prusiano podía permitirse, todo ello rodeado por una naturaleza en parte domada con jardines y estanques de agua, y por otra salvaje, con praderas de hierba y grandes bosques.
Hay que dedicar varias horas a visitar los palacios, como el palacio nuevo, que recorres en pantuflas para proteger los valiosos suelos de maderas inscrustadas, que era el palacio de invitados, por supuesto de la realeza, ya que las diferentes cámaras y estancias derrochan opulencia, con paredes de sedas, motivos de oro, muebles en maderas nobles, etcétera.
En cambio el palacio de verano del emperador de Prusia, llamado Sanssouci, es pequeño por dentro y aunque por dentro tiene algunas estaciones de gran valor como una biblioteca con cientos de volúmenes, es modesto, pero en cuanto sales al exterior tienes unas espléndidas escalinatas enmarcadas por cientos de vides ya que el emperador era gran aficionado a la botánica, y aparte de uvas, también tenía plantados cientos de cerezos.
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