Tras un allanamiento de cemento en las...
Tras un allanamiento de cemento en las grandes ciudades parece que se acerca una nueva era de espacios sostenibles y dedicados al ciudadano, lugares que lo acerquen a la naturaleza, donde respirar menos aire contaminado y en los que se pueda disfrutar del vacío. Así pues encontramos este grandioso parque de 5 hectáreas situado en el distrito de Sant Martí, en Barcelona, concretamente en el barrio de Pueblo Nuevo.
Su distribución es algo a lo que no estamos acostumbrados, el recinto ocupa más de una manzana y lo cruzan dos calles, Espronceda y Robert de Moura; se puede acceder a él desde las calles que lo delimitan, Bac de Roda, Marroc y la Avinguda Diagonal.
El contorno del parque lo delimita un muro de cemento de más de dos metros de altura, como si de una muralla se tratara, rodea y encierra los jardines en su interior; eso sí, desde el exterior se puede ver el parque a través de las ventanas que se abren en el muro. Las puertas de acceso son semicirculares y parecen darte la bienvenida a un mundo desconocido de sensaciones.
Tras cruzar las puertas se van desvelando algunos de los tesoros que esconde el parque, unas estructuras metálicas se alzan ante nuestros ojos, parecen objetos del espacio que por error han caído ahí en medio; las paredes internas del parque, de igual forma que las externas están totalmente cubiertas por enredaderas, y por todo el recinto podemos ver entre los árboles unas sillas metálicas repartidas según antojo de su creador. A medida que avanzamos nos encontramos con las entrañas del parque, una enorme y vacía plaza de 32 metros rodeada de vegetación, canchas de baloncesto y mesas de ping pong completan el conjunto; si investigamos un poco más llegaremos a un cráter que representa el Pozo del mundo, nos situaremos enfrente de unas peculiares cabañas o naufragaremos ante la isla de la cúpula.
El parque tiene un gran número de rincones y cada uno con significado propio; según su creador, Jean Nouvel, autor también de la Torre Agbar, dice que para que el parque luzca esplendoroso necesita unos 5 años de crecimiento, ya que en ese tiempo las enredaderas habrán trepado lo suficiente y será entonces cuando aparezca ante nuestros ojos el paisaje que él diseñó en su día.
Pero parece que eso no convenció a los vecinos el día de su inauguración, ya que todos criticaron la obra como algo horrendo, frío y sin ninguna sombra, parecía una cárcel, incluso un cementerio, decían los que visitaban el parque. Ciertamente, era un paisaje desolador, pero un año después puedo afirmar que el aspecto que ofrece hoy no tiene nada que ver con ese primer día, las enredaderas lucen cada vez más altas y frondosas y van ganando terreno al cemento día a día.
Es interesante pues, este concepto de co-creación, no tenemos que esperar a que los obreros terminen, sino esperar a que la naturaleza siga su curso hasta terminar la obra.
Para los impacientes, se puede disfrutar igualmente del parque y sus alrededores, para llegar podemos hacerlo en metro, autobús, trambesòs o utilizando el carril bici.
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