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Paso de Simi La

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Gyantse Dirección

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Pastores nómadas en el techo del Mundo

Dejamos atrás el majestuoso glaciar Kharola y continuamos nuestra ruta hacia Gyantse; de nuevo, a través de las ventanillas del 4x4 contemplamos embobados las imágenes que nos depara la visión del paraíso: Ríos desbocados, valles infinitos, cumbres gigantescas, lagos de color turquesa y cielos tan azules que casi duele mirarlos…

A lo largo del camino nos cruzamos con pequeños asentamientos de Dopkas (pastores nómadas) que circulan por estos parajes como fantasmas de un pasado que las cordilleras que nos rodean parecen resistirse a dejar escapar.

La hospitalidad y alegría con la que nos reciben es sorprendente y como pudimos comprobar más tarde carente por completo del comprensible mercantilismo que pudiera suponer compartir comida y experiencias con unos turistas occidentales a cambio de unos cuantos yuan (un yuan equivale a unos 0,10 euros). Ni siquiera al despedirnos y a pesar de nuestra insistencia, nuestro simpáticos anfitriones aceptaron recibir dinero alguno a cambio de su tiempo, y sobre todo de su comida.


En el exterior de la tienda nos agasajan en primer lugar y como es preceptivo con un té hecho con grasa de yak de sabor un tanto amargo y olor muy característico (aún hoy cuando evoco estos parajes el aroma del te tibetano parece invadir el ambiente).
La piel quemada de nuestros anfitriones es mudo testigo de las duras condiciones climatológicas en las que habitan estos rudos pastores, a pesar de ello, los pómulos sonrojados, los coloridos tocados con los que adornan pelo y vestimentas, la esbelta aunque menuda figura que presentan la mayoría de ellos y la serenidad con la que parecen afrontar su destino les hace aparecer sumamente atractivos a nuestros ojos.

La cerveza local, llamada chang con la que regamos nuestro plato principal (pasta acompañada de ricos pedacitos de carne de yak y que degustamos torpemente con unos palillos) se nos sube a la cabeza rápidamente a causa de la elevada altitud a la que nos encontramos. La lengua se desata y martilleamos al jefe del clan familiar con preguntas de toda índole a las que nuestro interlocutor responde amablemente una tras otra, con serenidad y sin que la sonrisa desaparezca de su rostro en ningún momento.

Desgraciadamente, según leo en foros de viajeros, la tradicional hospitalidad tibetana ha dado paso a una interesada y falsa amabilidad, la sonrisa franca y espontánea de antaño se ha convertido en una pérfida mueca que esbozan los nuevos “falsos pastores nómadas” cuando se dejan fotografiar con trajes folclóricos a cambio de unas cuantas monedas, es el precio el progreso……
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