Durmiendo en un moshav
El rincón que quiero compartir hoy con vosotros es también uno de los más especiales y auténticos recuerdos que guardo de mi viaje a Israel. Y es que, ¿hay algo más auténtico que dormir en un moshav?
Pero primero, vamos a situarnos: ¿qué es un moshav? (porque yo soy la primera en reconocer que antes de ir no había escuchado jamás semejante palabreja...)
Un moshav es muy parecido a un kibutz (seguro que esto nos suena más). Es decir: una comunidad agrícola cooperativa cuyos habitantes comparten unos medios de producción y venden conjuntamente sus productos para luego repartirse los beneficios. La diferencia fundamental del moshav con respecto al kibutz es que cada familia recibe una pequeña parcela que puede trabajar de forma independiente, aunque luego la producción se venda igualmente a través de una cooperativa (la Tnuva).
Pues muy bien: en nuestro último viaje a Israel tuvimos la suerte de pasar una noche en un moshav. Concretamente, en Belzet: una pequeña (o gran, si consideramos que en ella viven unas 120 familias) aldea rural situada al norte de Israel, muy cerca de la costa y la frontera con Líbano.
La primera impresión que tuve al llegar a Belzet fue la de retroceder en el tiempo un par de siglos por lo menos. Esos caminos, esa quietud, esos cultivos... realmente se trata del lugar donde me quedaría un par de semanas si viajase a Israel por un largo periodo de tiempo y necesitase unos días para estudiar y poner en orden mi cabeza (algo necesario, hablando del país que hablamos, en el que cada día recibes cientos de datos, de estímulos, de impresiones...a poco que salgas a dar una vuelta).
La familia que llevaba el Perech's Place donde nos alojamos tiene, como todas las demás familias de Belzet, una parcela de 3'7 hectáreas que, en lugar de cultivar, han empleado en montar un pequeño alojamiento rural con muchísimo encanto.
Está distribuido en pequeñas cabañas de madera, cada una de ellas con su salón-cocina, habitación con jacuzzi y un pequeño servicio con ducha, decoradas de manera sencilla y al mismo tiempo encantadora. Sinceramente: es una gozada estar en ellas. Lamenté no poder aprovecharlas más de una noche.
Por lo que pude ver, el Perech's Place, además del jardín alrededor del cual se sitúan las casitas, cuenta con una pequeña piscina a pocos metros del edificio principal. Esto prefiero no decirlo muy "alto", ya que no tuve ocasión de comprobar si efectivamente la piscina estaba al servicio de los huéspedes; pero en cualquier caso pertenecía a la familia, así que en épocas de calor supongo que no haya ningún inconveniente en usarla.
Aunque pasamos pocas horas allí, eso no nos impidió probar su descomunal desayuno: huevos, quesos, fruta, mermeladas... El mismo se hace en un gran comedor que tienen en el edificio principal, en el que también preparan cenas y almuerzos si se avisa con antelación. En cualquier caso, en la cocina de vuestra habitación podréis preparar cualquier cosa, y si no os molestan demasiado los mosquitos, cada casa dispone en el exterior de una mesa de madera para comer al aire libre.
En definitiva, Belzet me encantó y es un lugar al que espero volver. Por ponerle una pega (que más que una crítica hacia el lugar es un dato a tener en cuenta) diré que si no disponemos de vehículo propio, dependeremos del taxi para llegar hasta allí, aunque seguro que en Shlomi (el pueblo más cercano a Belzet, donde además hay un pequeño restaurante libanés que merece la pena probar) encontramos quien nos acerque.
