Un lugar lleno de color
Nunca había ido a Tarragona hasta este fin de semana. Tenía mucho tiempo sin volver a la playa y siendo caribeña ya empezaba a afectarme. Toda mi vida he estado en contacto con el mar, he vivido en una ciudad cercana a la costa del país por lo cual ir a la playa no significaba un problema.
Desde que vivo en Madrid, ir a la playa implica planificación y la espontaneidad se va disipando con el tiempo. Llevaba dos años sin ver el azul del mar, sin sentir el agua fría en mis pies y sin el roce de la brisa salada en mi rostro. Ya no aguantaba más así que decidí hacer un viaje a Tarragona, Cataluña.
Como se trata de un viaje largo en coche decidimos llegar a un hotel que estuviera muy cerca de la playa y en este caso se trató de la playa El Milagro. Una playa muy cercana al casco antiguo de una de las ciudades españolas catalogadas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
No puedo explicar lo que sentí al ver los colores de este maravilloso lugar. Una playa en frente de tanta historia. El Anfiteatro de Tarraco como principal espectador de tanta paz. Simplemente mágico.
De arena suave y blanca, el azul intenso del mar, las olas al ritmo del viento, etc. Todo era un espectáculo en primera fila. Paz, tranquilidad, y calorcito... justo lo que necesitaba.
Las playas de Tarragona calmaron mi añoranza por las playas de mi Venezuela. Tanta belleza junta es imposible ignorarla y mucho menos, no disfrutarla.

