Roberto Gonzalez
En lo más alto de Baena
Tierra olivarera de caseríos escalonados a lo largo y ancho de una colina que guarda y recuerda, como un tesoro el pasado árabe de la villa, Baena parece descansar indolente e indiferente al tiempo que le ha tocado vivir, olvidada a veces y recordada muchas, como posesión que fue de Fernando III pero también del cristiano convertido Umar Ibn Hfsum, que la conquistó en el 891.
Arriba del todo, en la meseta que domina el pueblo y el paisaje, tras subir empinadísimas calles de curvas cerradas y recodos laberínticos, encontramos el castillo, muy restaurado para mi gusto, pero también la encantadora plaza del Angel con la parroquia de Santa María la Mayor.
Como no, el emplazamiento es el de una antigua mezquita, que Baena no iba a ser menos que el resto del territorio andaluz, en eso de domeñar la media luna con la cruz cristiana.
Así que frente a una plaza, la del Angel, pequeña pero con personalidad, dedicada a San Rafael, custodio de Baena desde tiempos de la Reconquista, se levanta el templo de más raigambre de Baena.
Construida en el XV en estilo gótico pero con mezclas de plateresco y de gótico renacentista, tiene una esbelta torre que se levantó sobre el primitivo alminar musulmán y un campanario que se añadió ya entrado el siglo XVIII.
También ha sufrido las iras de las restauraciones radicales, aunque en menor medida que el castillo, que más parece reedificado que restaurado, lo que le resta un poco de encanto. Eso sí, las vistas de los campos de olivos cordobeses, desde aquí quitan el "sentío".
Muy cerca también se encuentra la Iglesia Conventual Madre de Dios, que tanto me recordó a la de Santa Teresa en Ávila, y también convento fundado en 1510, lo que ha ayudado a su conservación y le ha hecho escapar a las razias furibundas de los restauradores.
Así que frente a una plaza, la del Angel, pequeña pero con personalidad, dedicada a San Rafael, custodio de Baena desde tiempos de la Reconquista, se levanta el templo de más raigambre de Baena.
Construida en el XV en estilo gótico pero con mezclas de plateresco y de gótico renacentista, tiene una esbelta torre que se levantó sobre el primitivo alminar musulmán y un campanario que se añadió ya entrado el siglo XVIII.
También ha sufrido las iras de las restauraciones radicales, aunque en menor medida que el castillo, que más parece reedificado que restaurado, lo que le resta un poco de encanto. Eso sí, las vistas de los campos de olivos cordobeses, desde aquí quitan el "sentío".
Muy cerca también se encuentra la Iglesia Conventual Madre de Dios, que tanto me recordó a la de Santa Teresa en Ávila, y también convento fundado en 1510, lo que ha ayudado a su conservación y le ha hecho escapar a las razias furibundas de los restauradores.
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