Espectacular y exclusiva
Es de esos hoteles que me gustan, porque hay pocos como este, y porque la variedad de sus atractivos supera alguna de sus incomodidades.
Se ubica en un pequeño pueblo de Soria, donde no hay ni bar, pero si unas bonitas montañas de un color rojo intenso a su alrededor, y buitres y águilas en el cielo.
El hotel está compuesto por la torre del castillo del siglo XII, y la posada del XVIII, dos construcciones históricas primorosamente rehabilitadas por un arquitecto madrileño, que ha convertido aquello en un lugar exclusivo.
No hay ascensor, si muchos niveles y escalones que dificulta el acceso, pero el sitio es una preciosidad.
Abundan las antigüedades traídas de sitios dispares, y las piezas de diseño, formando un conjunto del que no hay que perder detalle a lo largo de sus salones o de las escaleras.
Importante es avisar que no es un lugar para ir con niños. Allí se va a desconectar y no escuchar nada, y la profusión de objetos importantes es mucha (lo convertiría sin tardar en Only Adults).
Un diez a la pareja que lo lleva por su magnífica atención, y por la espléndida cena servida en un romántico comedor con manteles de hilo, y una gran cristalera dando al jardín iluminado. Sólo faltó que hubieran llenado ya la piscina, hubiera sido perfecto, ¡qué calor a primeros de junio!!
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