Lonifasiko
Sable de carne y decoración histórica
Más que la comida en sí misma, lo que da nombre y fama a este restaurante es su magnífica ubicación, su histórica decoración y el "espectáculo" de cómo sirven los platos, en especial la carne, al centro de la mesa.
Según entras y desciendes sus pronunciadas escaleras, percibes el valor histórico que atesora este sitio. Te reciben en la zona de barra, y a la derecha de la misma se encuentra el comedor principal, con capacidad para 100 personas, ubicado en una amplia sala protegida por muros de piedra, enormes columnas y arcos de considerable grosor; es como si se tratara de un pequeño claustro de una antigua iglesia o abadía, estoy convencido de que antiguamente este edificio, y en concreto esta estancia, albergó algo importante.
Los bancos y mesas son de madera, en claro contraste con los muros de piedra, y cada comensal dispone de una tabla de madera donde se ha de servir la comida que sacan al centro. En las paredes, detalles ornamentales con claro toque histórico-bélico, en concreto, de la época de las cruzadas. Heráldica, espadas y sables, telas...todo ello le confiere todavía un aire más histórico y misterioso al restaurante, donde te sientes cómodo desde el principio, ya que estás en una especie de catacumbas reacondicionadas para el deleite gastronómico.
A todo esto, como es tradición en muchos restaurantes de Alemana, antes de servir el primer plato, según nos sentamos en la mesa, pedimos una Beck's Kraüser, un tipo de cerveza especial de la casa Beck's, que se elabora en Bremen, y la sirven en jarras de medio litro, riquísima. En cuanto a la comida, fuimos con un menú concertado y comenzamos con una sopa de verduras y setas servida muy caliente en un cuenco de madera, entraba de cine con el frío que hacía fuera. Tras la sopa, pasamos directamente al plato principal, al "espectáculo" de la velada, ya que sacan al centro de la mesa una gran tabla llena de diferentes tipos de fruta (melón, piña, uvas...) en el centro, y taquitos de diferentes quesos a cada extremo. Y por encima de todo esto, colgando a cierta altura apoyado sobre unos soportes metálicos, sacan un sable, que medirá más de un metro seguro, donde van pinchados jugosos trozos de carne de cerdo. Es una especie de gran brocheta o pincho moruno con carácter histórico por ser servido en un gran sable. Sinceramente, quien empuña el sable tiene que tener cierto arte para sacarse en el plato las tajadas de carne, y como tenga que hacer la ronda de cortesía ante el resto de comensales, puede tirarse un rato. Es cuanto menos curioso y gracioso. En medio de la fruta sitúan una especie de brasero que con una viva llama cocina todavía más la carne que pende del sable. Acompañan este "plato-espectáculo" con tres cuencos que contienen diferentes salsas, que recomiendo probar por supuesto.
La carne estaba en su punto, muy rica y sabrosa, y para nada me quedé de hambre ya que trajeron varias tablas con sus correspondientes sables, ahora bien, no soy muy amigo de combinaciones de platos en los que la carne comparte protagonismo con la fruta, en los que la carne 'chorrea' su jugo sobre la dulce fruta. No se, será tradición alemana, pero no me convenció la gastroexperiencia, aunque como digo, el tema del sable y la presentación tienen su punto.
Tras el atracón de carne y queso, me sorprendió el postre, aunque para completar la rareza de la noche, he de decir que sacaron el café antes que el postre, un poco extraño. El postre era una especie de merengue con frutas del bosque, frutas que al removerlas soltaban todo su jugo, un punto muy ácido combinado con el sabor dulce, me gustó, y eso que yo no soy muy amigo de los postres.
Tuve la suerte de ser invitado a cenar :D, por lo que no tengo idea de si es caro o no, aunque me imagino que será algo más caro que la media de otros restaurantes de Bremen.
Resumiendo, un restaurante muy céntrico , histórico y peculiar donde los haya, con el atractivo de la decoración y ambientación de la época de las cruzadas, y por supuesto, con el puntazo de ver cómo sirven los sables de carne a la brasa aderezados con frutas exóticas y queso. No será el mejor restaurante de Bremen ni mucho menos, de hecho me esperaba más en cuanto a la comida, pero sin duda sí el más histórico, motivo por el que alardean orgullosos incluso en el letrero de la calle.
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