Arte en el plato
Como su nombre indica, el Restaurante Guggenheim se encuentra dentro del museo del mismo nombre, lo que ya de por sí es garantía de calidad.
Se trata de un restaurante de cocina creativa, pero con una base muy tradicional, lo que hace que los ingredientes que componen sus platos sean fácilmente reconocibles por nuestro paladar, sin demasiadas florituras, más que en la maravillosa presentación.
El mejor ejemplo de ello lo encontramos en el "huevo a baja temperatura" que tuve el gusto de probar la semana pasada: ni más ni menos que un simple huevo sobre una ligera base de puré de patata, que posteriormente es rociado con una sopa de cebolla roja a gusto del comensal. O como el propio camarero nos explicaría: una tortilla de patata en tres fases. Como digo, la idea, de lo más simple; el resultado: extraordinario.
Los otros platos que compusieron el menú de ese día fueron albóndigas de bacalao en salsa vizcaína, carrilleras de cerdo ibérico glaseadas, y como guinda, un postre de bizcocho de chocolate, mousse de café y helado de miel al que habría que hacer un monumento dentro del propio museo.
Lo mejor de todo es que, en este caso, el precio del menú (menú degustación, para más señas) con vino incluido, no es tan desorbitado: si no recuerdo mal, rondaba los 25 euros. Y eso, para el restaurante del que estamos hablando, no es nada caro... En todo caso, existe también la opción de pedir un menú más reducido (entrante+principal-postre+vino) por menos de 20 euros. Y, por supuesto, de comer a la carta.
En definitiva: en este caso no tenemos ninguna excusa para no comer en este magnífico restaurante, que además, supone el complemento y perfecto final a una ajetreada mañana recorriendo las salas del museo que lo aloja.
