Algo sorprendente
De paso a Sepúlveda nos paramos en este pueblo para ver su bonita iglesia románica. Vimos que había también un restaruante y decidimos mirar la carta por huir de los sitios turísticos. Nuestra sorpresa fue grande. Nos recibió un salón no muy grande pero muy acogedor. El trato fue muy agradable y comimos estupendamente. Mi confit de pato estaba crujiente y muy jugoso, los hojaldres rellenos de boletus, impresionantes, y el entrecot sabroso y en su justo punto. Volveremos seguro, lo recomiendo