Un lugar precioso, de encanto, pero no es para degustar una buena comida.
Tras esperar más de media hora para una mesa libre, nos decidimos a comer el menú del día, 15€ me pareció un buen precio leyendo a priori los menús disponibles. Pedí una ensalada de la casa y me trajeron un plato rectangular (parecía de postre más bien por su tamaño), con una ensalada de tomate, las rodajas eran tan finas que se transparentaba un fluorescente y en la cual por omisión del tomate, abundaba la cebolla. Media cebolla de un tamaño normal, había tranquilamente sobre el tomate. Sobre ello, un espolvoreado de bonito, que me daba hasta pena mirarlo. Aliñado con un aceite aromático de hierbas que fue lo mejor de la ensalada. Tras esperar más de media hora tras avisar que ya había acabado la ensalada, pedí el segundo plato al ver que no lo traían, siendo mi sorpresa que la camarera me dijo que ya me lo habían servido, a lo que yo irónicamente respondí que pensaba que habían salido a pescar la merluza al cantábrico por el retraso que llevaba. Al momento me sirvieron una merluza alegando que había habido un lío en la cocina y si pedir disculpa alguna. Un trozo de merluza rellena, la cual comí desganado y con el enfado que tenía no me supo a nada... unos cinco bocados. De postre, la tarta de la abuela, servida en el mismo tipo de plato que la ensalada. Un dulce de chocolate, crema pastelera o natilla y galleta, de unos cuatro bocados haciendo los trozos muy pequeños para que pareciese algo más. No está incluida la sidra, ni la coca cola. Agua y vino. El pan si bien es cierto que era domingo, parecía del domingo pasado. Para ser domingo el menú no me parecía caro, el trato recibido y la cantidad de comida a cambio, mejor no lo expreso con mis palabras ordinarias.