Cuando la boca se hace agua
Por recomendación de nuestra amiga Luisa de Los Telares, hicimos un alto a la hora de comer en los altos de Agulo, en este restaurante que afortunadamente está bastante alejado de la carretera principal. Y digo afortunadamente porque las cosas buenas siempre queremos mantenerlas en secreto, temiendo que desde que se conozcan demasiado puedan perder su esencia, aquello que las hace diferentes.
Porque una cosa puedo asegurarles, creo que mis jugos gástricos no se habían estimulado de tal manera desde hacía mucho tiempo como cuando la enorme chuleta llegó a nuestra mesa y su aroma tocó mi nariz.