RINCÓN: DONDE NACIÓ BONAIRE
Rincón es un pueblito que pareciera perdido en la llanura de Bonaire, pero es también un lugar que ayudará al turista a comprender el pasado de su gente. Ranchos de color ocre, caminos de tierra y mucho cactus es parte del paisaje que se puede ver en este punto del municipio holandés. El paseo que se realiza por sus espacios forma parte del recorrido que se hace en el Washington – Slagbai National Park y se promociona como el asentamiento más antiguo de las Antillas.
A Rincón hay que Caminarlo.
Caminando dice María Koes que se conoce su comunidad. Ella es profesora jubilada, por lo que aquello de enseñar le viene como anillo al dedo. Desde hace 20 años se propuso la tarea de tratar de sacar al turista de sus hoteles e invitarlo a conocer algo más que el buceo a través la historia de su pueblo. Ella organiza recorridos por las calles del caserío. Paseos que comienza a pie por algunas de sus veredas, viendo casas. Así María habla de la arquitectura porque asegura esta cuenta del mestizaje que compone a su gente. “Fíjate que la mayoría de estas casas tienen chimeneas, eso lo trajeron los holandeses”. Explica de siete tipos de hogares y aprovecha para señalar los loros que hacen sus nidos en los árboles de quenepa que abundan en Rincón.
María va explicando sobre las diferencias culturales que los fueron unificando a través de sus viviendas y sobre la vida de Rincón antes y ahora. “La zona que estamos caminando es lo que llamamos Plaza Comercio, allí hay un banco. Eso que tienes allá es el sector de los pocos conucos que nos quedan”, cuenta esta morena moviendo con sus manos la falda ancha de cuadros verdes y blancos que viste. Lo combina con una camisa también de cuadros y un sombrero amarillo que contrasta. Indica que este es el traje típico de su tierra.
El camino levanta el polvo e indica la aridez de su suelo, aprovecha María para contar que en época de lluvia aquí siembran maíz, sandía y melón “el gobierno está tratando de rescatar esta tradición de cosecha, porque ha pensado que pasaría si los barcos no pudieran llegar, todo lo que consumimos viene de afuera, dependemos totalmente de otros”. Ella es de las que cree que esa motivación tiene que comenzar por los jóvenes porque ellos serán los encargados de transmitir el mensaje a las futuras generaciones.
La gente que se avoca al turismo tiene una especial afición al trabajo, un optimismo constante los embarga. María es una de esas personas que confía en que su esfuerzo de enseñanza rendirá frutos para su pueblo, por eso culmina su tour en la casa que custodia Virginia, una vivienda antigua que asumieron como museo donde se exhiben muebles, instrumentos musicales y utensilios de cocina que aseguran ellas cuentan del pasado de su pueblo. La casa tiene más de cien años y busca promover la cultura de Rincón y su historia.
A Rincón hay que Probarlo: para comer un buen plato de comida típica sólo hay que ir a la casa de Melfina Mestrum-Emus, habitante de Rincón desde que se conoce. Involucrada en esto de las artes culinarias hace trece años. En medio de su patio, bajo la sombra de 3 grandes árboles y unos cuantos toldos instaló mesas y sillas, y en una pizarra anotó el menú. “Aquí servimos cabrito, esos es lo más típico de Bonaire”. Este lo acompañan con arroz, ensalada y plátano frito. La iguana es otra de las especialidades de su carta y uno de esos bocados que el turista no puede dejar de probar en su visita a la isla. Melfina lo prepara en estofado con papas y arroz, esta es una carne que bien cocida se deshace en la boca.
Por otra parte, para tomar un buen licor, la vivienda de Erik Gietman es el mejor lugar de Rincón para hacerlo. Su hogar y su centro de trabajo lo construyó en una propiedad que pertenecía al único cine que había en la isla.
Este holandés vino por primera vez a Bonaire en 1991 y confiesa haberse enamorado de todo cuanto lo rodeo, así que hace unos cuatro años decidió instalarse aquí con familia y todo. Sus conocimientos de ingeniería le sirvieron para desarrollar una pequeña empresa que se dedica a destilar el kadushi una planta originaria de la zona. Ha desarrollado entonces seis tipos de licor que dedicó a cada isla de Las Antillas. El de kadushi y limón se lo ofreció a Bonaire, el de aloe y cerezas para Aruba. Tiene uno de guanábana dedicado a Curazao, guayaba a Statia, canela para Saba y finalmente una edición especial hecha con naranja para Holanda. También produce wiski, ron y vodka de la planta que trabaja artesanalmente. Erik confiesa que en este lugar encontró la paz que tanto buscaba, la calma que necesitaban sus años de madurez.
A Rincón hay que Sentirlo: y para eso, nada mejor que visitar el “Magazine Di Rei”, el segundo edificio más antiguo de la isla. Allí una fundación decidió mostrar al visitante una representación de lo que fue la vida en el siglo XVIII en Bonaire. Explican además sobre la vestimenta, tipos de comida y música de la época. Isain Mercera es el guía de la casa. Él conduce el recorrido por la edificación principal explicando un poco el porqué de su presencia y la de sus compañeros allí, “en el año setenta se rescató este edificio, que era una antigua casa de gobierno. Aquí los esclavos traían las provisiones”.
Isain cuenta que lo que tratan de hacer es mostrar como las tres culturas (holandesa, africana e indígena) se unieron en una para verse reflejadas en su fisonomía, costumbres y sus viviendas “Cas de Hadrey es el nombre que le damos a las viviendas que están conformadas por materiales de las tres nacionalidades que nos poblaron”.
El terreno donde se encuentra el Magazine Di Rei debe tener por lo menos una hectárea y está dividido en secciones dedicadas cada una a un oficio de la ápoca de la colonia. La enramada de Adelfa Santiago, por ejemplo, muestra parte de su gastronomía. Santiago cuenta setenta años y la gracia de sus tiempos mozos. Ella prepara una mezcla parecida a la de una panqueca que informa es lo que se comía en siglos pasados. Ataviada en una falda floreada y un pañuelo blanco en la cabeza coloca sobre las brasas la mezcla que luego ofrece al visitante.
El baile es otro de esos elementos unificadores. Boy Janga es el encargado de enseñar sobre los ritmos de su gente. Zimadame es el nombre que le dan a la temporada de cosecha y el momento donde pueden vivir a través del baile. “Muchos de los instrumentos que utilizamos los hacemos con material reciclable. El matrimonial por ejemplo es una madera larga al que le clavamos tapas de latas de conserva. Dos tallos de caña brava nos sirven para emitir sonidos y así, poco a poco va comenzando la fiesta”.
Desde este terreno se puede ver el pueblo, en un valle encerrado entre pequeñas colinas. Sus habitantes cuentan que fue establecido allí para protegerlo de las amenazas de los piratas. Hoy en día, esas montañas separan a Rincón de la fuente de ingresos de toda una isla que es el turismo, pareciera distante y solitario para tener que dedicarle un día de las vacaciones, pero la verdad es que encierra toda la cultura de una tierra que tiene mucho que contar más allá de las profundidades de su mar.
Fotos: Raymar Velásquez
@raymarven
![](https://images.mnstatic.com/76/be/76be0b3342edcf25ae2ad097daf5b176.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/53/7b/537b92cbd14e60e2252118e8ea8d1887.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/36/bd/36bdec651939cac975beb3a8093884e5.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)