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Pequeño, blanquísimo y sereno, con terrazas sombreadas por grandes árboles y un ambiente que invita a disfrutar, Santa Gertrudis se halla a sólo 12 kilómetros de la bulliciosa Eivissa. El pueblo es ideal punto de partida para recorrer el norte ibicenco, una tierra rojiza punteada de pueblos silenciosos, diminutos, como Sant Mateu d’Albarca, Santa Agnes de Corona, Sant Miguel de Balansat, Sant Llorenç de Balafia o el tan pintoresco Sant Joan de Labritja. Todos se parecen en su inmaculada blancura, todos duermen la siesta bajo frondosas parras, todos tienen una sencilla iglesia con las tradicionales tres cruces oscuras sobre los muros encalados. La bellísima Ibiza interior, serpenteada por caminos y pistas que se pierden entre olivos, viñas y huertas, es dulce y suavemente ondulada hasta que nos acercamos al mar. Entonces surgen puntas rocosas y altos bosques de pinos que esconden calas y playas de un indescriptible azul.
Desde Cala Xuclar ya se atisba la costa noreste. Entre pinares y riscos, y mirando hacia la isla de Tagomago, se suceden las preciosas calas de Sant Vincent, Aigua Blanca y Pou des Lleó. Boix y Mastella son dos calas paradisíacas de San Carlos, un pueblo donde todavía flota un aire hippie de aquellos años 70. ¿Una buena idea? Despídete del día al aire libre escuchando música en vivo en alguno de sus bohemios bares.
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