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Pequeño, blanquísimo y sereno, con terrazas sombreadas por grandes árboles y un ambiente que invita a disfrutar, Santa Gertrudis se halla a sólo 12 kilómetros de la bulliciosa Eivissa. El pueblo es ideal punto de partida para recorrer el norte ibicenco, una tierra rojiza punteada de pueblos silenciosos, diminutos, como Sant Mateu d’Albarca, Santa Agnes de Corona, Sant Miguel de Balansat, Sant Llorenç de Balafia o el tan pintoresco Sant Joan de Labritja. Todos se parecen en su inmaculada blancura, todos duermen la siesta bajo frondosas parras, todos tienen una sencilla iglesia con las tradicionales tres cruces oscuras sobre los muros encalados. La bellísima Ibiza interior, serpenteada por caminos y pistas que se pierden entre olivos, viñas y huertas, es dulce y suavemente ondulada hasta que nos acercamos al mar. Entonces surgen puntas rocosas y altos bosques de pinos que esconden calas y playas de un indescriptible azul.