Un salto lleno de fuerza
Estar en el Parque Nacional Canaima es descubrir cada día sus bondades. Desde su laguna se dejan ver varios saltos: Ucaima, La Golondrina, Wadaima y El Hacha; hermosos y energizantes. Pero hay uno que, aunque no es el más grande, encierra muchas emociones. Ese es el Salto el Sapo.
Después de navegar por unos minutos la laguna y desembarcar justo al frente del Salto El Hacha, estamos en la isla Anatoliy. Desde allí se comienza una caminata -no muy exigente- de 40 minutos por la selva, por su humedad y su verde apretado. En el recorrido se dejan ver algunos animales y plantas curiosas. Para los que no estén acostumbrados a estas caminatas, es recomendable llevar un poco de chocolate para la energía y buenas botas. Siempre, buenas botas.
El salto se deja escuchar a lo lejos y aunque no se vea, su sonido va estremeciendo. Son 60 metros de agua cayendo con fuerza y estar ahí, es una fiesta. Lo más emocionante es que se puede caminar por detrás de la cascada, pero eso sí, deben dejar al principio de ese camino todo lo que no se puede mojar y llevar las cámaras a buen resguardo en bolsas de plástico. Van a pasar por la cascada, se van a mojar íntegros que es lo mismo que recibir una buena ducha de energía. Del otro lado, El Sapo se ve generoso, alegrando el paisaje, con varios tepuyes al frente, con la sabana inmensa.
Sin embargo, por otro espacio que abre la selva hay un caminito empinadísimo que lleva hasta la parte de arriba del salto. Le dicen el Sapito y el agua es calmada; tanto, que uno no imagina que termina cayendo con tanta fiereza para convertirse en el Sapo. Desde acá, la vista es majestuosa y luego de un rato, no queda más remedio que emprender el camino de vuelta a la laguna y sus reflejos.


