In encanto medieval
Lejos de los ruidos, aire enfermo y revuelo, trajines y vanidad de las ciudades monstruosas existen lugares donde descansa el alma, agotada y tal vez, desesperada, herida. Sin duda, uno de ellos es Sigüenza, un encanto medieval.
No me recuerdo cuando y porque me obsesioné con la idea de visitarlo pero me da muchísima alegría haber cumplido el llamamiento de mi alma.
Desde mis primeros pasos algo me decía: "Aquí está el lugar donde debías estar y encontrarte".
Estaba impaciente antes de perderme en sus calles que se entregan sin reproches pero al mismo tiempo guardan un orgullo por su pasado.
No hace falta hacer excursiones guiadas - ¡sería un error terrible! Dejadles a las calles contarles sus historias de cualquier tamaño, importancia, de gloria y fracasos, de alegría y tristeza, de las noches frías de los inviernos y calores de los veranos, de fidelidad y traición cruel, de osadía heroica de unos y cobardía de otros.
¡Aprendan oír esas historias, esos susurros dulces! Fijaos en la alegría de las casas antiguas reformadas y el dolor de las dejadas al olvido...
¡Nada es permanente!..
A todo lo vence el tiempo, despiadado y cruel. La memoria de los seres humanos es desagradecida (en la mayoría de los casos) y hundida en pragmatismo, el día de hoy, en el egoísmo.