En lo más alto de la ciudad
Queenstown es una ciudad preciosa, vibrante, joven y colorista, eso nadie puede ponerlo en duda. Caminar por sus calles es llenarse de vida, de aire, de lago. Pero si realmente queremos llevarnos una imagen única del lugar debemos subir obligatoriamente al Skyline. ¿Por qué? Muy fácil. Desde arriba disfrutaremos de una vistas fantásticas y hacernos una idea de lo grande que es la ciudad y el marco que la rodea.
Para ello subimos por Brecon Street, aparcamos nuestro coche en ese espacio del que hablamos en el rincón anterior y que está entre el histórico cementerio de la ciudad y la terminal del teleférico.
En la terraza que precede a la plataforma nos bajamos y exploramos el lugar. Un negocio montado con esto de las vistas que debe aportar mucho dinero extra a la empresa y a la ciudad: un café, un restaurante de lujo con unas cristaleras que permiten ver las vistas mientras se disfruta de la cocina de autor, una tienda de recuerdos muy completa y lo más importante, el mirador.
Éste rodea toda la plataforma y está acompañado de varios paneles informativos que cuentan la historia del teleférico, fotografías de situación y una vista general de lo que tenemos frente a nosotros.
De derecha a izquierda el lago Wakatipu, la Sunshine Bay, los Remarkables con el pico Double Cone y sobre todo la inmensidad del paisaje donde la ciudad es el único centro.
Si nos gustan las emociones fuertes, podemos aprovechar el lugar para acercarnos al Ledge Bungy y dar un salto de 47 metros en caída vertical sobre los árboles, o probar el Skyline Luge, una especie de trineo con el que se desciende una pista de unos 800 metros entre curvas inclinadas y un túnel.
Aunque no hagamos ninguna de estas dos actividades subir hasta la terraza vale la pena, como decía en un principio, y aunque Nueva Zelanda está llena de este tipo de atracciones, la de Queenstown se lleva la palma no por el recorrido entre árboles, sino por las maravillosas vistas que se disfrutan desde arriba.


