La unión hace la fuerza. Los elefantes de Tangkahan.
Existen muchos lugares en Asia donde poder ver elefantes, pero conseguir disfrutar de estos paquidermos en el pequeño pueblo de Tangkahan es toda una aventura. Llegar hasta allí de forma independiente resulta más difícil de lo uno pueda imaginarse, aunque como normalmente suele suceder, la dificultad del camino da valor a la experiencia.
A los intrépidos viajeros que decidan llegar hasta allí les espera una larga travesía en autobús bajo el intenso aroma del durián, después, probablemente les toque caminar un par de horas antes de que alguien decida parar su coche y acercarlos al pueblo. Para nosotros, lo que en principio iba a ser pan comido, se convirtió en una carrera a contrarreloj. Tras un largo viaje en autobús descubrimos que no llegaríamos a nuestro destino sin antes recorrer unos cuantos kilómetros a pie. Caminando entre plantaciones de palma mirábamos al sol intentando descubrir cuántas horas de luz nos quedarían. Comenzamos a plantearnos tener que pasar allí la noche y, mientras buscábamos un lugar donde colgar nuestras hamacas, una cobra se cruzó en nuestro camino. Definitivamente, teníamos que buscar otra solución. Conseguimos parar algunos transportes que, poco a poco, fueron acercándonos a nuestro destino. Con la noche ya sobre nuestras cabezas, llegamos a Tangkahan.
Tangkahan es una diminuta aldea rodeada de una exuberante jungla. Las plantaciones de palma intentan ganar terreno poco a poco y la caza furtiva amenaza con destruir la riqueza de sus tierras. Sus habitantes y elefantes luchan por impedirlo desde hace ya años. Siendo la protección del entorno la principal finalidad de estos animales, la alianza del pueblo con sus elefantes es tan intensa que no podrían disfrutar de mejores cuidados. El uso turístico que se les da en mínimo y, por supuesto, las necesidades de estos grandiosos protagonistas nunca quedan olvidadas.