Tapices
Hay personas cuya visión propia transforma la visión que el mundo tiene de las cosas y su aportación a la cultura hace que se vuelvan a revisar todas las aportaciones posteriores y coetáneas a él. Ni que decir tiene que su obra influirá a futuras generaciones. Una de esas personas es Pablo Neruda, capaz de convertir en oro cosas tan dispares como una botella de cristal, un tapiz y el roce de una palabra.
En este caso, el de las tiendas de tapices que rodean su casa de Isla Negra. Las tejedoras fueron inmortalizadas por la tinta verde con la que siempre escribía el poeta del amor y la desesperación. Así dice el autor en “Para nacer que he nacido”:
“Y ellas bordan con sus nombres, con los colores puros de la tierra, con el sol y el agua, con la primavera. Nada más bello que estos bordados, insignes en su pureza, radiantes de una alegría que sobrepasó muchos padecimientos.