Sebastian Muñoz
Templo budista invadido por la naturaleza en Tokio.
El Templo Seiganji, que se ubica en la zona norte de Tokio, a pocos metros de la orilla del río Sumida, me impresionó desde el primer momento por la cantidad de naturaleza que se encuentra en su interior.
La entrada al lugar está marcada con una sencilla lámpara de concreto antigua y un pasillo rodeado de árboles. Una vez atravesado, el sendero lleva a una explosión de colores –cuyos tonos dependen de la estación en que se visite-. En verano, el verde lo domina todo; desde los espacios entre las esculturas hasta los alrededores del salón principal. En el cementerio, un árbol de “moomiji” cubre una de las tumbas con un rojo intenso que hace que por momentos parezca falso.
El sitio ocupa prácticamente toda la cuadra, y cuenta con una sala de té que en días calurosos se encuentra abierta y puede observarse desde el exterior. El piso de tatami, las piezas de cerámica cuidadosamente colocadas en las mesitas bajas y los japoneses sentados con las piernas cruzadas te hacen sentir como si estuvieras viajando en el tiempo. Uno de los encantos de Japón se debe a la manera en que ciertas tradiciones se conservan a pesar del paso del tiempo.
La entrada al sitio es gratuita, aunque participar de las ceremonias de té implica un costo extra. Vale la pena darse una vuelta por el sitio sobre todo si tienes la suerte de estar en Tokio durante el verano.
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