El Barco de los Sueños
Bajamos las escaleras del Centro de la Villa con una idea aproximada de lo que vamos a ver, pero sólo eso, aproximada, ya que por mucho que hayamos leído o visto sobre el gran barco de la White Star Line, la sensación final, ese estómago hueco, que piensa que todo podía haber sido diferente, es aún mayor al salir de ésta exposición.
El espacio está perfectamente aprovechado mediante un ingenioso sistema de pasillos que dirigen al visitante desde la pasarela de embarque del buque hasta sus entrañas de vapor.
Según cruzamos el límite del tiempo presente y nos adentramos en el coloso, la impecable recreación de pasillos, camarotes y estancias nos sumergen en este viaje en un pasado de esplendor, de ambiciones, de esperanzas y de fatal tragedia.
La audioguía que nos proporcionan al entrar va ordenando nuestra visita, mientras alterna imagenes de algunos de los protagonistas de la historia, con un acercamiento casi irreal a objetos que se exponen en vitrinas y que son absolutamente reales y genuinos.
Llegado a este punto, cuando el poderoso aura de anillos, relojes, pendiente y collares, nos ha atraído hacia sus historias y enlazado a sus dueños, el elemento emotivo se ha instalado totalmente en nuestro corazón. Como el iceberg hizo con el casco del Titanic, de igual manera la carga emocional que cada uno de esos objetos desprende ha roto nuestro corazón.
Caminamos por la exposición como si fuéramos uno más de los pasajeros del Titanic, viviendo sus alegrías, sus bailes y fiestas, compartimos sus momentos más íntimos y entramos en sus dormitorios..pero sobre todo y en el momento final, nos despegamos de ellos y vemos la escena final desde fuera.
Loa últimos metros de la exposición son con toda seguridad los más crudos, los que más tocan el corazón, los que piden que no vuelva a ocurrir.
Si hasta ahora hemos visto las entrañas del barco, aquello que nos hace soñar, pensar en diferencias de clase, en si éste pasajero iba en luna de miel y aquél de allá a buscar una vida mejor, esa perspectiva desaparece. Ahora todos se enfrentan a la muerte más helada, a las profundidades de un desconocido abismo de negras aguas.
No podemos evitar que de nuestros ojos se desprendan algunas lágrimas por todas esas historias en las que matrimonios deciden morir juntos, madres pierden hijos, hermanos a hermanas…. La muerte no distingue.
Pero no salgamos de esta maravillosa y fascinante exposición con el corazón encogido, al contrario. Celebremos que muchos de los pasajeros quedaron vivos y han podido contar la historia tal y como fue, sin mentiras y con crudas realidades que ayudaron a que hubiera un antes y un después del Titanic. Se lo debían a sus muertos.
Nosotros saldremos con un pedacito de nuestra historia adherida para siempre a la memoria; porque el Titanic pertenece a todos, a vivos y a muertos y ahora tenemos la suerte de poder disfrutar su historia y su leyenda en Madrid.
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