Roberto Gonzalez
Único Testigo
Cuando se decidió demoler la iglesia de Santa María de Puigcerdá, allá por el año 1936, visto el estado ruinoso en que se encontraba después de haber sufrido los embates de la historia y sobre todo de la Guerra Civil Española, nadie se atrevió a tocar el campanario, que se mantenía orgulloso y fuerte como un centinela, como un guerrero imbatible.
Ya lo fue desde que se levantó en el año 1177 en un estilo gótico catalán que le confirió un aspecto más de fortaleza que de torre de campanas. Fuertes fueron sus pilares de granito que nunca pudieron ser destruidos, no así su cuerpo, que sufrió varias remodelaciones hasta alcanzar el aspecto octogonal que hoy muestra y que es fruto de las reformas del siglo XVIII.
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