En 1851, Camile Corot plasmaba en su...
En 1851, Camile Corot plasmaba en su obra “La Rochelle, entrada al puerto” la esbelta silueta de las torres de Saint-Nicolas y de la Chaîne, pétreos guardianes que, incansables y orgullosos, custodian -desde tiempos remotos- el acceso al viejo puerto de la ciudad.
Una soleada mañana del mes de Enero de 2012 y después de transitar el agradable paseo que separa la estación de Ferrocarril del casco urbano de la ciudad me dirigí a la misma posición que otrora ocupase Corot con su caballete con la intención de captar la instantánea que me había obsesionado durante años, no disponía para ello de pinceles, ni de óleos, ni tan siquiera de unas simples pinturas Alpino, pero contaba con mi fiel cámara réflex y lo más importante: ante mis ojos se alzaban los mismos protagonistas que tan sabiamente supo captar el maestro francés, las torres de Saint-Nicolas y de la Chaîne flanqueadas por el lienzo oeste de la muralla terminada en la torre de La Lanterne me daban la bienvenida a la preciosa localidad de La Rochelle.
Mi recomendación llegados a este punto es que os dirijáis inmediatamente al Centre des Monuments Nationaux y os compréis el pase que – válido para toda la jornada- os permitirá visitar las tres fortificaciones en cualquier momento del día. Las audio guías y el completo dossier explicativo que os entregarán en la tour de Saint-Nicolas os permitirán llevar acabo una visita pormenorizada e instructiva de cada una de las fortalezas.
Laberínticas escaleras nos conducen por estrechos pasajes a través de salas que destilan historia.
Despejadas azoteas nos permiten contemplar la sutil belleza del viejo puerto, el suave perfil de la ciudad reflejado en sus aguas o el azúl del Atlántico que se extiende hasta perderse en el horizonte y nos invitan a recorrer con la imaginación los eslabones de la cadena que en su día unía las torres de Saint-Nicolas y de la Chaîne cuya finalidad era la de impedir la entrada al puerto de naves carentes de la autorización así como la de ejercer la vigilancia del tráfico marítimo con el objeto de cobrar las tasas e impuestos correspondientes.
Viejas paredes que, como en el caso de la Torre de la Linterna, muestran los desgarradores testimonios de otros visitantes que - menos afortunados que nosotros - permanecieron encerrados a la fuerza entre los húmedos muros de esta antigua prisión. (Bucaneros, corsarios, marineros españoles, holandeses y británicos realizaron a lo largo de los trescientos años en que la Torre de la Linterna se utilizó como prisión más de 600 grafittis)
Por algo menos de 11 Euros podemos pasar unas horas mágicas soñando con piratas, corsarios y mosqueteros…¡Te lo vas a perder!