Oporto es una ciudad que se debate...
Oporto es una ciudad que se debate entre la modernidad y la tradición logrando mantener un difícil equilibrio entre lo “nuevo” y lo “viejo” que pasa obviamente por poner a buen recaudo los elementos más emblemáticos de su pasado. Baste recordar como subsisten, plenamente integrados en la vida de la ciudad, lugares tan pintorescos, tan de “otro tiempo” como el Mercado de Bolhao, el barrio de Barredo, el café Majestic, la librería Lello y otros tantos rincones que parecen haber quedado atrapados en el pasado para goce y disfrute del viajero.
Con estas premisas la mejor manera de iniciar nuestro viaje en el tiempo es recorrer la ciudad en uno de los vetustos tranvías que circulan por las calles de Oporto. Salvados del desguace y recuperados del olvido los eléctricos suponen una manera económica, rápida y cómoda de visitar los rincones más atractivos de esta preciosa ciudad.
Hoy día circulan por la ciudad tres líneas de tranvía las cuales, creo, cubren buena parte de los itinerarios turísticos más interesantes para los turistas. Se trata de las líneas 1, 18 y 22. El trayecto de la línea 18 (Massarelos – Carmo) es sin duda uno de los más completos.
Los tranvías ayudan a crear una atmósfera muy especial en las calles por las que circulan, sus colores apagados, su rechinar característico, sus asientos de mimbre nos trasladan a épocas remotas y crean un halo de nostalgia no exento de encanto.
Como apunte histórico os comento que fue precisamente en Oporto donde recirculó el primer tranvía de la Península Ibérica, ahí es nada. Aunque un poco tarde ya que gran parte de nuestro patrimonio ha sucumbido ante una mal entendida modernidad quizá deberíamos tomar ejemplo de nuestros vecinos lusos e intentar conjugar lo “nuevo” y lo “viejo” de la manera tan pintoresca como ellos lo hacen…


