Y San Rafael, gobernó la ciudad.
Había visto este tipo de expresiones de fervor y arte en varios lugares de Europa, sobre todo en el centro y sur. Países como Hungría, Austria, Eslovaquia o la mismísima y piadosa Italia, levantaron, todas por la misma razón altísimos conjuntos donde normalmente se exaltaba a la Virgen María y se le daba gracias por los favores recibidos. Lo habitual era que la homenajeada hubiera detenido tal o cual brote de peste negra, o fiebres, o epidemias varias.
Córdoba me sorprendió, porque es de las pocas ciudades ibéricas que imitó esta moda de aquellos años de graves enfermedades y muertes.
Cuenta la historia y los hechos, que un grave brote de peste anduvo aniquilando cordobeses allá por la década de 1650, y que puestos bajo la advocación del arcángel San Rafael, la ciudad ciudad consiguíó salir adelante.
Se trata de una mezcla, un pastiche un tanto extraño de estilos, formas y simbolismos, ya que la parte baja, a semejanza de una gran roca con una gruta, parece haber sido colocada miles de años atrás, seguida por una especie de torre cilíndrica a modo de torre donde hay una puerta con el escudo del obispo Barcia.
Aún más arriba, una columna soporta la gloria y triunfo de San Rafael.
El conjunto está profusamente adornado con variedad de esculturas de gran simbolismo, como un águila, un león que porta el escudo de la ciudad, o las figuras recostadas de los santos patronos de Córdoba.
Si se observa el conjunto, como un todo, sigue sin tener una linea estética o artística definida ni atractiva. Pero en fín, junto con el arco y el puente, más el marco de la explanada que la antecede no acaba de quedar mal. Como algo que por costumbre se acaba aceptando.