E.Sonia Requejo Salces
Tadmor o puesto de guardia
Al dejar Damasco poco a poco la soledad y el vació predominaron en aquella ruta hacia el oasis del desierto sirio. Una ruta legendaria que unía mundos y culturas, muy diversas en la lejanía.
La bella Palmira, sus ruinas entorno al oasis de Afqa enclavada entre Damasco y el Eufrates. Inolvidable, tan hermosa como imborrable en mis recuerdos y de los que la hayan conocido, antes de ser convertida en polvo.
Una de las ciudades de la ruta de la seda, que prosperó por la estratégica posición, florecimiento y riquezas. Con el comercio de las caravanas que venían de Irak, Líbano, Palestina, Jordania o India hacia el paso de Siria.
Palmira, el reino de Zenobia. ¡Una reina con sueños de grandeza y visión de futuro! En Yemen seguí un poco sus pasos y me invadía una emoción al saber que me dirigía a otro de sus reinos.
Una mujer que se enfrento a Roma en el siglo III, pero fue destronada y la ciudad destruida y sumida en el olvido.
Y ante nuestros ojos sorprendidos, apareció en la lejanía el castillo Qala'at ibn Maan en lo alto de la colina y el hermoso Templo Bel-Shamin, dedicado al dios fenicio de las tormentas, los baños, la casa senatorial o el teatro.
Estar bajo el Arco Monumental de camino al Templo Bel, disfrutar de aquellos relieves en arenisca rosada. Así como el ágora, el Templo funerario o la gran columnata de casi dos kilómetros de longitud, esplendida.
Visitar las casas del más allá en su entorno y contemplar sus galerías de retratos, aun con colores, bustos, tal vez de la corte de la reina Zenobia.
Las ruinas de una ciudad de las más esplendidas y exuberantes de Siria, la mítica ciudad del desierto, origen del poder que tuvo Palmira. Enclavada entre palmeras, arenas de aquel oasis se mantuvieron su rica arqueología clásica, protegida.
Que deslumbro a cuantos tuvimos la suerte de verla, de pasear por sus avenidas y de quedarme extasiada mirando como sus columnas se recortaban hacia el cielo tan azul, como estrellado.
Momento ideal era el atardecer, para acometer la subida a la austera fortaleza árabe, desde donde se dominaba la imperturbable reina del desierto, Palmira.
Y pensar que ha sido bombardeada, masacrada, tras siglos de historia y cultura. ¡¡No se concibe la verdad que se destruya así el Patrimonio!!
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