La Dertosa de los romanos
Al parecer esta población que ya pertenecía a Roma en el siglo I, hunde sus raíces en un antiguo poblado íbero que se encontraba en el curso final del Ebro. Sin embargo, fueron los árabes los que construyeron el fabuloso castillo de la Suda y con ello dieron el pistoletazo de salida a la formación de la ciudad a los pies de la fortaleza, siempre protegida por las inexpugnables murallas que habían levantado los ingenieros romanos.
Ello hizo que floreciera una actividad intelectual de vital importancia que atrajo a gran número de estudiosos y eruditos, que acabaron por dar prestigio y fama a la Turtusha árabe. Los cristianos no tardaron en ambicionarla y por supuesto en conquistarla; la convirtieron en residencia real y sede del parlamento, levantando grandes casonas y palacios nobles y dotándola de todo lo que una ciudad de su empaque podía necesitar. La guinda la pusieron los judíos, que en buena convivencia con los otros habitantes de la ciudad, convirtieron su judería en la más culta de toda Cataluña.
Pero, ¡ay!, la expulsión de la comunidad sólo trajo desgracias para Tortosa, que vio como su importancia cultural caía en picado y con ello las inversiones que habían favorecido su comercio e industria, por lo que se sumió en un letargo que la hizo caer en el olvido, pero que a los visitantes de hoy en día nos procuró un casco antiguo perfectamente conservado, rico en calles y callejuelas de regusto y sabor medieval, de rincones que parecen aún dormidos en el tiempo, recuerdos de templarios y del sabath judío, aromas árabes y rezos cristianos, más de dos mil años de historia y de convivencia de tres culturas que la enriquecieron y ensalzaron.
El antiguo barrio judío, la catedral, el Palacio Episcopal, el de Despuig o el de Oriol, el Hospital de la Santa Cruz o el convento de San Juan, son algunos de los edificios que nos salen al paso y que son recuerdos de una Tortosa que aún parece aletargada, que prefiere no despertar y vivir de sus recuerdos junto a un río Ebro que la acaricia a cada latido de su alma medieval.
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