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Volcán Rano Kau y la aldea ceremonial de Orongo
Rano Kau significa en lengua rapanui “Volcán extenso” y, precisamente esto es lo que viene a ser, un enorme y rotundo volcán en el extremo de la Isla más próximo a la ciudad de Hanga Roa. Se puede llegar concretando la excursión con una agencia de viajes, en taxi o en vehículo de alquiler, pero si se quiere ahorrar y disfrutar de los paisajes y merecer el premio final recomiendo se haga caminando, pues no es complejo y hacerlo no lleva más de una hora. Y es que en la cima está la recompensa soñada, un cráter quebrado en uno de sus lados por la erosión, que guarda en su interior una composición increíble de lagunas y plantas (sobre todo totora, pero hay muchas más) que emociona nada más verla.
Hablamos de casi 2000 metros de diámetro y 250 metros de profundidad, pero en el fondo nos referimos a una de las más bellas panorámicas que se pueden obtener en Isla de Pascua. Desde el extremo suroeste de la isla uno puede apreciar todo el triángulo pascuense y sentir la inmensidad en mitad del Océano. Rano Kau es el ingrediente que la Naturaleza le regala al viajero que sólo cree moáis en la isla. Rapa Nui es mucho más que eso, y podemos palparlo subidos en la cima del cráter disfrutando de imágenes que difícilmente olvidaremos.
Pero eso no es todo, Rano Kau podee un pedacito de Historia vital para comprender la isla, sobre todo en el último período de supervivencia de la cultura Rapanui antes de que la mayor parte de sus habitantes fuesen convertidos en esclavos recogiendo Guano en las costas de Perú y, finalmente, desapareciese un saber milenario. Sujeto al mismo borde del cráter quedan restos de Orongo, una aldea ceremonial que gozó de importancia para los designios del Pueblo. En Orongo no vivía nadie durante todo el año salvo en una época, en la que los sabios y jefes de cada aldea se dirigían con los guerreros elegidos para competir hasta el final convertirse en el Tangata Manu o, lo que es lo mismo, El Hombre Pájaro.
Desde Orongo partían los guerreros escogidos por su pueblo de cara a un objetivo, ser el primero en traer a su líder el primer huevo del manutara, un gaviotín que anida en los meses de septiembre en el pequeño islote Motu Nui, visible desde arriba. Mientras en la aldea ceremonial permanecían los sabios y jefes de las distintas tribus atentos a lo que iba sucediendo y dando fuerza espiritual a su elegido, los aspirantes a Hombre Pájaro debían llevar a cabo un ejercicio que iba más allá de la fuerza, la habilidad o la velocidad. Una prueba que requería psicología, resistencia y mucha astucia. Había que bajar por los ancantilados que nacen del volcán, ir a nado hasta el islote (salvándose de los hambrientos tiburones) y esperar la llegada del manutara para robarle su huevo, teniendo que pasar varios días viviendo en cuevas inhóspitas. No podían ser impacientes o el pájaro se marcharía velozmente perdiendo toda oportunidad de victoria. El Tangata Manu debía ser precavido, sigiloso y mucho más listo de los demás. Pero también debía ser veloz para arribar a Orongo antes que nadie con su preciado regalo, el que le otorgaría al líder de su pueblo el gobierno de toda la isla durante un año. La única regla era esa, llegar. Y para conseguirlo valía todo…
El Tangata Manu, bien recreado en la película Rapa Nui dirigida por Kevin Reynolds, fue la sucesión natural que, probablemente, hizo decrecer la importancia de los moáis hasta hacer desaparecer esta tradición. En el propio Orongo se encontró una de estas figuras construídas en basalto, y no de la piedra del Volcán Rano Raraku como los demás, el cual pesaba cuatro toneladas, el Moái Hoa Hakananai'a. Los ingleses se lo llevaron, como otras muchas cosas, y actualmente se puede visitar en el Museo Británico de Londres. Los lugareños de la isla lo llaman cariñosamente “El amigo robado” y esperan algún día verle regresar al cráter del Rano Kau.
Pero Orongo es mucho más que todo eso, arqueológicamente hablando corresponde a la tradicición arquitectónica y artística que tenía que ver con la tradición del Hombre Pájaro. Son cincuenta y tres las viviendas las que se conservan (sólo dos de ellas no han tenido trabajo de restauranción alguno), así como una especie de altar situado en el extremo de la aldea repleto de dibujos y símbolos que se hacía para pedir a los Dioses que la competición se desarrollara lo mejor posible y que el vencedor lo fuera con justicia. Estos petroglifos se encuentran algo dañados por la lluvia, el viento y el paso del tiempo, por lo que se está ideando una forma de protegerlos. Cuando hice la visita en abril de 2012 era el último día que se podía llegar hasta los dibujos tal y como se había hecho siempre.
Información práctica: Junto a Rano Raraku éste es el único lugar en el que es posible adquirir la Entrada válida para todos los monumentos pascuenses durante ocho días. Tiene un coste de 30000 pesos (o 60 dólares).
Conocer la Aldea de Orongo, al borde del precipicio, es uno de los imprescindibles en Isla de Pascua. Es de esas visitas que me dejaron con la boca abierta…
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