Roberto Gonzalez
De fábriza de barcos a fábrica de placeres
Una de esas sorpresitas que se descubren casualmente y que salen al paso sin quererlo, sin tenerlo pensado. Un rincón de los que sorprenden, por lo menos a mí, poco acostumbrado a los grandes espacios de fábricas y almacenes.
Llegas al hotel de Zurich, cansado después de horas de coche y experiencias vividas y sólo te apetece sentarte a tomar una cerveza con los amigos y comentar, para no olvidar las maravillas que vamos recorriendo en la jornada. Al salir a la calle una llamarada de luces de colores nos atrae como si fuéramos polillas que irremediablemente acuden a la luz de una farola.
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